Budapest, famosa por la división de su nombre, es sin duda la capital más importante, imponente y elegante de Europa del Este. Es una de esas ciudades en las que merece la pena perder el tiempo, descubriendo cada rincón, para poder presumir de haber visitado una auténtica capital. Es una ciudad rica en historia, curiosidad y diversión donde un fin de semana sería muy reductivo e incompleto.
En primer impacto resulta ser una gran distracción, ya que es muy largo y ancho desde el punto de vista geográfico, pero con el uso del metro (muy recomendable) se reducen distancias y tiempos. Por este motivo, encontrar alojamiento cerca del centro a precios económicos es una ventaja considerable.
Desde el centro histórico, la perspectiva se vuelve agitada, con una miríada de monumentos y obras de arte para visitar.
En cualquier época del año que decida ir, no olvide un disfraz y un par de zapatillas; ¿Por qué? La ciudad está absolutamente llena de baños termales, abierto todo el año, pero especialmente en invierno con el pico de turistas. sumergirse en agua hirviendo con una temperatura exterior de -10 grados vale el costo del boleto.
La misma consideración se aplica a la comida: para los amantes de las tradiciones locales, el Gulash es el plato típico húngaro, quizás acompañado de un buen vino tinto “no” italiano.
Paseando por el Danubio, la vista es impresionante; en épocas en las que el frío no es muy amargo, un paseo en barco es sin duda otro de los atractivos de Budapest.
Incluso la vida nocturna húngara es muy activa en todos los sectores. Numerosos pubs, especialmente el "pub en ruinas”, Realizado en estructuras abandonadas pero amueblado y arreglado con mimo, garantizan diversión absoluta.
En definitiva, es un capital de las mil una noches.
