Milano es una extraña mezcla de modernidad y tradición, nuevas tendencias y rincones escondidos de la antigüedad. Sucede que en el Área de Navigli, conocida sobre todo por su vida nocturna y por la amplia oferta de lugares que ofrecen el ritual del aperitivo, a menudo te topas con pequeños atisbos que te transportan al pasado.
Justo en Naviglio Grande es el Vicolo dei Lavandai: una calle tan estrecha que es difícil notar si caminas distraído y frenético, como suele ocurrir en Milán. Entre barandales y puentes, el callejón alberga un antiguo lavadero, formado por una estructura de madera colocada frente a un pequeño arroyo alimentado por las aguas del Naviglio. Aquí en el siglo XIX, los lavadores solían lavar la ropa, tarea que posteriormente se delegó a las mujeres, que utilizaron el lavadero hasta la década de 50.
El callejón de los lavanderos está inmerso en unambiente encantador, como es el contexto en el que se inserta. La parte del Naviglio Grande por la que se atraviesa para llegar a él, de hecho, es una sucesión de pequeñas tiendas de artistas y pintores. El domingo, paseando por esta zona, no puedes perderte las exposiciones de arte que se montan en los frondosos patios de las casas de barandilla finamente restauradas.
Si vas por aquí hacia hora del aperitivo y quieres mantenerte en el tema con el ambiente de autenticidad que caracteriza a este rincón del Naviglio, una parada obligatoria es La bodega de via Casale: una auténtica bodega, donde es posible encontrar diferentes tipos de vinos y aceites a granel. A las afueras de la bodega, una treintena de grandes toneles de madera sirven de mesa para quienes quieran detenerse y disfrutar de una buena copa de vino acompañada de una bandeja de quesos y embutidos. La bodega es un gran lugar para un aperitivo de bajo costo hecho de productos genuinos.
Pasear por el callejón de los lavanderos y en los alrededores del Naviglio Grande, equivale a darse un chapuzón en el pasado, en la Milán de los tribunales, los carruajes y los lavanderos.
