El 2 de noviembre por primera vez fui a comer dentro de uno de los Eataly creado por Oscar Farinetti. Tuve oportunidades por ejemplo en Roma, pero al final la oportunidad surgió en Genova.
Si has estado en Génova sabrás que Eataly se encuentra en el último piso de un edificio (Millo Porto Antico) a medio camino entre el acuario de Génova y la ciudad de los niños. Por tanto, la posición es estratégica tanto para quienes abandonan los pabellones del acuario como para quienes descienden de los carrugi (callejones) de la ciudad vieja de Génova.
Un solo ascensor lo transportará al último piso del edificio y se armará de paciencia cuando esté en días ocupados, como lo fue para mí durante el fin de semana de los santos.
Una vez dentro, se te abrirá un mundo de delicias y manjares gastronómicos. Te garantizo que no fue fácil tener las manos bajo control, de hecho el riesgo es llenar el carrito con una factura final récord.
Aparte de esto, Eataly tiene muchas mesas donde sentarse y comer, todas expuestas hacia el único ventanal que da al puerto viejo de Génova. En su interior encontrarás una serie de restaurantes donde también podrás comer en cómodos taburetes altos y observar la preparación de los platos a unos centímetros de ti. Cada sesión corresponde a un número y pagas antes de que te sirvan.
La Eataly de Génova se desarrolla como un largo rectángulo y una vez dentro no puedes dejar de notar la infinita serie de estantes rebosantes de excelencia gastronómica. Para comer elegí un plato de mariscos, o linguini (pasta de Grignano) con salsa de medregal y tomate y una copa de Vermentino. El plato estaba realmente bueno y el gasto final fue modesto, considerando que todavía estás en Eataly.