Está bien, lo admito Estoy sin un centavo, en claro modo "ahorro", tanto que llevo casi una semana posponiendo las compras, alimentándome de lo que encuentro. Pero cómo renunciar a la propuesta de un grupo de amigos, los de la peor clase, que siempre están en movimiento, que te dicen: ¿Vienes a Lisboa con nosotros este fin de semana?
Siempre he soñado con visitar la capital portuguesa, así que no lo pensé dos veces: ¡vale, pero es un viaje low cost! Y así fue. Sevilla-Lisboa en autobús con Eurolines: seis horas de viaje, comenzando a la medianoche del viernes y llegando a las cinco de la mañana, y quedándonos en un hostal, Baluarte Citadino Hostel, muy lindo y limpio, pero sobre todo súper barato.
¿Y Lisboa? Una ciudad mágica, donde las historias imposibles cobran vida… El Castillo de San Jorge, en la colina del antiguo barrio de Alfama, que ofrece una vista impresionante, el Torre Belén, recuerdo del antiguo esplendor de un imperio portugués ahora olvidado. Y luego sube y baja por las estrechas calles del Barrio Alto y sube para contener la respiración una vez que llegas al Parque das Nações, sede de la Expo '98.
¿Y por la noche? Lisboa está tremendamente en movimiento. Y vives en la calle, con vasos de plástico y música a todo volumen. El corazón de la vida nocturna es el Barrio Alto, y fue el fuerte olor a menta lo que me llevó a este bar. Portas Largas, en Rua da Atalaia 105, elabora litros y litros de sabroso mojito a precios de ganga (un litro 6 euros). Y así transcurre la noche, pasando de un bar a otro, hasta que por la mañana cuando cansado y hambriento buscas la primera pastelería abierta para disfrutar de unos cálidos pastéis de nata, postre típico de la ciudad.
